La Madre - Dios

Así se nombra. Así la nombraban. Así sigue nombrándose: Madre - Dios.

Ese es el nombre. ¿Lo nombrado? Un trozo de semiderruida pared. Un contorno irregular. Unos cuantos metros cuadrados de superficie en sus caras. ¿Tres? ¿Acaso cuatro de alto? ¿Dos? ¿Acaso tres metros por su parte más ancha?

 

 

 

Imag. Urbex en solitario

 

 

 

¿Habrá existido, a lo largo de los muchos años que debe llevar ahí, alguien a quien se le haya ocurrido medir la Madre - Dios?

¡Muchos años! ¿Cuantos? ¿Cuantos años ha que permanece erguido, enhiesto, desafiante al paso de los tiempos y a las inclemencias del tiempo ese lienzo de argamasa, de perfiles indefinidos?

 

 

 

Imag. Urbex en solitario

 

 

 

Los más viejos a los que, en mi ya lejana infancia, escuché, decían haber conocido a la Madre - Dios siempre igual, inalterable en su extensión. Decían más: decían que, cuando ellos eran niños, a los ancianos de entonces, habían escuchado las mismas palabras que nosotros oíamos.

 

 

 

Imag. Urbex en solitario



¿Doscientos? ¿Trescientos? ¿Quizás más años? En algún viejo papel de algún viejo lagajo del archivo municipal puede encontrarse la clave. Nadie, según mis noticias, ha intentado jamás dar respuesta a estas preguntas.

La Madre - Dios es todo un símbolo, un mito más bien. Si mejor lo quereis, un símbolo mitológico, o un mito simbólico. ¡Jugad con las palabras como os plazca! ¿Acaso hay un juego más divertido?

¡Un símbolo! ¡Un mito! ¡Con qué respetuosa veneración se pronuncia su nombre! ¡Con qué sobrecogimiento, casi misterioso, nos acercamos los más pequeños hasta la base de la sobrecogedora, casi misteriosa e informe pared! 

 

 

 

Imag. Urbex en solitario

 

 

 

Hubo un tiempo que el casco urbano de la hoy menguada municipalidad se extendía por aquellos terrenos, también por allí estaba el anterior cementerio. Allí estuvo la iglesia, ¿templo parroquial?, bajo la advocación de la Madre de Dios.

Un día--esto que sigue es pura tradición--un grave accidente: fuego, seismo, rayo, produjo el derrumbamiento del templo, de él solo quedó en pie esta pared, la pared del altar mayor, más justamente, este trozo de la pared del altar mayor, donde, en su trono, era venerada la imagen de la ¡Madre de Dios!

Desapareció la fábrica del templo, no quedó más rastro del mismo. Sólo, desafiante, enhiesto, simbólico, triunfante, mitológico la Madre de Dios.

¡¡¡Hermosísima tradición!!!

 

 

 Texto de Francisco Fernández Hornero

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